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viernes, 30 de marzo de 2012

Hotel Market. (Macao)

El día había sido largo y pesado. En Macao siempre hacía calor, así que cuando terminé el trabajo que me había llevado hasta ese rincón de Asia, me di un largo baño y me dispuse a bajar al comedor del Hotel Market, para cenar algo.

La suerte me hizo coincidir con Helen, su encantadora directora que se preocupó de encontrarme una mesa tranquila, ya que había cometido la torpeza de no reservar. Afortunadamente, su profesionalidad pudo resolver esa situación en un periquete.

La música, la comida, el ambiente relajado, ya que no había muchos huéspedes en el hotel, consiguieron que lentamente fuera olvidándome de todos los problemas que me habían llevado hasta ese rincón, al otro lado del mundo. La verdad es que no había sido fácil encontrar una salida digna para el embrollo en el que se había metido mi jefe, pero con un poco de suerte y paciencia el contrato estaría firmado en las próximas semanas y las mercancías podrían volver a viajar desde China.
Poco a poco, notaba como el cansancio acumulado me pasaba factura, 36 horas metido en ese despacho hasta conseguir que las piezas del puzle encajaran...me estaba haciendo viejo.
A pesar de ese cansancio, no pedí postre para poder pasar cuanto antes al Bar que se intuía a través de una cristalera. Una llamarada de color Rojo. Decorado como si estuviéramos en los tiempos de la vieja Macao independiente. Casi me pareció ver como un Lobo de mar, parecido a Corto Maltés salia por la puerta...


La suave luz del atardecer, se filtraba a través de las cortinas. En la Barra, una camarera agitaba una coctelera, como una metáfora, promesa de sensaciones exóticas y placenteras...me apetecía una copa.
Me busqué el rincón del fondo y cuando ella vino a ver que me apetecía tomar, le pedí que me preparara un Gin&Tonic refrescante. -Con Lima, Por favor. Con una agradable sonrisa, se retiró detrás de la barra, mientras yo empezaba a ojear el periódico.

A los pocos minutos apareció sobre mi mesa una enorme copa de balón con sus muchos hielos y su corteza de Lima...delicioso. El primer trago fue largo...lo necesitaba. No había pasado más de dos hojas del periódico cuando se abrió la puerta que comunicaba con el comedor del Hotel, y apareció ella...los grandes listones de madera del suelo hacían resonar sus tacones y al entrar un leve perfume a Lavanda la precedía. Se quedó parada en la puerta, como si buscara a alguien, el tiempo suficiente para poder admirar su presencia.

No era muy alta, pero sus tacones la hacían destacar. Unos zapatos negros, sencillos y elegantes. Medias negras y un vestido del mismo color con falda que le llegaba por debajo de las rodillas. Sencillo, pero de buen corte y mejor tela. Cerrado, sin escote delante y rematado con una discreta cenefa que le recorría desde la parte derecha del cuello hasta el final del hombro.
Al ver que no había nadie más que yo en el Bar se giró hacia donde había venido y pude comprobar entonces que el vestido se abrochaba en el cuello y dejaba una hermosa espalda, moteada de pecas, al descubierto.

Al no encontrar a quien buscaba, se quitó las gafas de sol que llevaba y las dejo sobre su pelo corto y rojizo que hacía destacar sus grandes ojos verdes. Un pequeño mohín de fastidio hizo que contrajera sus labios que apenas llevaban un brillo suave.

-Deliciosa, pensé. La copa y la aparición. Recuerdo que me pregunté entonces que sucedería si ella entrara en el bar...quizá me atreviera...?. En ese momento sonó su móvil. Al contesta la llamada, el mohín de antes pasó a ser una mirada que no hubiera querido que me dedicara jamás. Un soplido y la forma de cortar la llamada, me hizo ver que no había resultado una conversación agradable.
Miró su reloj y guardó el móvil en el bolso. Se dirigió a la barra y se sentó en un taburete justo enfrente de mí.. Desde donde yo estaba sentado, podía admirar su perfil, y hasta contar una a una las pecas de su espalda. Se pidió un licor, y lo apuró de un trago con gesto de fastidio. En ese momento el bolso resbaló de su regazo y fue a parar al suelo. 

Yo me había levantado para pedir otro Gin&Tonic, y ella me miró mientras me acercaba a recogerlo del suelo. Sentada en el taburete mantuvo las piernas cruzadas mientras yo me agaché y me levanté (despacio, lo confieso) para devolvérselo. Fue entonces cuando hizo algo que no me esperaba y que me cautivó. Sencillamente lo abrió, saco la funda de sus gafas y en un gesto de increíble dulzura (para mi), se las puso para poder ver bien a quien la había ayudado. Esos hermosos ojos verdes eran tan miopes como los míos, pero mujer al fin, se negaban a llevar siempre puestas las gafas...no pude evitar una sonrisa de oreja a oreja, mientras ella se ruborizó ligeramente. Encantadora.

-Muchas gracias, me dijo. Con un acento peculiar, del norte...
-De nada, le contesté. Sin dejar de mirarla. Le importaría si me siento con usted, le pregunté en un arranque que todavía no acierto a entender como me permitió mi timidez.
-Encantada, me contestó ella, pero quizá estemos más cómodos en su mesa, no?.
-Como usted quiera.

No sé que me parecía más cautivador de ella. Si el leve roce de las medias contra su vestido de seda, el aroma a lavanda que emanaba su piel, las pecas de su escote que, en un gesto de caballerosidad al cederle el paso me atreví a rozar, o la coquetería con las gafas que inmediatamente volvió a guardar en su funda. Después de dos copas más, ya éramos íntimos. Ella también estaba allí por trabajo y volvía en el vuelo del día siguiente hacia Londres. Su compañera la había dejado plantada en el último momento...un novio chino me contó. Era su ultima noche allí y había decidido celebrarlo a lo grande, pero la habían dejado tirada.

-Bueno, no está todo perdido, le contesté. No cree?.
-Si, creo tiene razón. Estos encuentros casuales... No está todo perdido, me contestó ella.
En ese momento se disculpó para ir al baño.
-Vuelvo enseguida, no se vaya a ir usted también me dijo.
-No se preocupe, no pienso moverme de aquí!.
Y claro, me dispuse a esperar lo que la noche podía dar de si...

-Disculpe señor.
La voz de Helen, la directora, me sorprendió. Desconcertado, me incorporé rápidamente en el sillón con el periódico encima de las piernas.
-Es tarde y tenemos que cerrar el Bar, me dijo.
-Disculpe, pero...y la chica? Le contesté yo.
-Que chica?. No hay nadie más en el Bar a estas horas. De hecho todavía tiene Vd. la copa casi sin tocar. Se nota que estaba cansado, porque ha sido sentarse y quedarse dormido en poco tiempo. Si lo desea podemos llevarle la copa a su habitación.
-Si gracias, creo que será lo mejor. Realmente si que estaba cansado...

Al ir a salir del Bar, pasé por al lado del taburete donde había estado sentada la chica de mis sueños. Y creí ver algo...con la copa en la mano me acerqué y descubrí una tarjeta de las que dan acceso a las habitaciones. 212 ese era el número...Helen se había ido, nadie me miraba...con la tarjeta en la mano pensé que no perdía nada por comprobar si había sido todo un sueño...o no...

Al abrir la puerta del Bar noté que en el aire flotaba un suave aroma a Lavanda.


( Fotos, cortesía de la Web del Hotel Market en Barcelona )

Agradecimientos:

> a Sonia por la recomendación.
> a Eva por la inspiración.

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