La Piscina.
Este verano hace un tiempo horrible. Ya
estamos en Agosto y apenas hemos podido disfrutar de un par de fines de
semana de buen clima; pero hoy parece que ha amanecido distinto. Esta
mañana ha salido el sol, no asoma ni una sola nube en el horizonte y
Clara ha mandado un mensaje para que lo celebremos todos juntos en su
piscina: una pequeña fiesta privada improvisada. Estoy contenta, tengo
muchas ganas de divertirme entre amigos. Este sábado no me puede fallar…
La verdad, es que necesito un buen plan para
recuperar los ánimos ya que últimamente las cosas con mi marido no están
funcionado y me siento muy desanimada. Nada me apetece más que una
fiesta entre amigos de confianza, tomar el sol en la piscina, música,
comida… y sobre todo, los mojitos que prepara Andrés el marido de Esther
que son capaces de reanimar a un muerto.
Andrés siempre me hace reír y tengo la
sensación de que a veces me lanza miradas de esas que te atraviesan y te
hacen sentir que estás viva. Hace semanas que no hago el amor con mi
marido y la verdad es que no lo hecho de menos pero… al recordar a
Andrés y sus mojitos he sentido un escalofrío justo en el coño.
Al llegar pasamos directamente al jardín y
veo que somos los últimos. El marido de Clara está en la cocina en plena
faena, cocinando, y para allá se va mi marido, en busca de la primera
cerveza. Esther y Clara están tumbadas en la hamaca tomando el sol y
charlando animadas con una cerveza en la mano y solo una pequeña
braguita cubriendo sus cuerpos bronceados. Andrés es el único que está
en el agua, relajado, sentado en los escalones de la piscina, bebiendo
un mojito.
Saludo a todos con la mano y me acerco al
borde para hacerle una mueca a Andrés e intentar convencerlo de que
salga de la piscina para hacerme uno a mí.
-¿Cielo, por que no entras y compartimos el
mío? Hace demasiado calor como para salir ahora – me contesta sonriendo,
mientras me ofrece su vaso helado, tentador… sin quitarse sus gafas de
sol.
- Mmmm…la verdad es que hace mucho calor y me esta dando mucha envidia verte ahí. ¡Vale! – le contesto.
Mi marido está mano a mano con el de Clara,
lejos en la cocina, así que me relajo y al borde de la piscina, empujo
los tirantes y dejo caer mi vestido de verano quedándome semidesnuda,
tan sólo un pequeño tanga brasileño de color rosa fucsia cubre mi piel,
justo delante de Andrés. Ahora si que conseguido llamar su atención y
que se baje las gafas de sol. Dejo que sus ojos me contemplen a gusto
desde su posición en la piscina, disfrutando del deseo que brilla en sus
ojos mientras me arreglo el pelo, moviéndome muy despacio, dejando que
mis pechos cuelguen tentadores a su alcance cuando me agacho para
quitarme las sandalias. Casi puedo sentir como acaricia mi piel con su
mirada, pero antes de que la provocación sea demasiado evidente para los
demás, me meto de un salto en la piscina, pasando por encima de su
cabeza.
Desde qué le he visto me siento excitada
porque he notado cómo su mirada se clava en la mía de forma descarada.
Tiene una sonrisa tentadora y lo sabe, cuando le miro a los labios
siento que empiezo a salivar y tengo unas ganas horribles de besarle.
Debo contenerme para no saltarle al cuello y empezar a devorarlo. Creo
que tanto tiempo sin sexo me hace estar más ansiosa de lo normal. Noto
que me estoy mordiéndome la boca y no sé ya como evitar que me lea el
pensamiento. Además el frío del agua ha provocado que se me ericen los
pezones y veo que se ha dado cuenta porque, al salir a la superficie
justo delante de él, para beber de su mojito, no deja de repasar
descaradamente cada milímetro de mi piel.
Deseo rozarlo aunque sea levemente, pienso
mientras mirándole a los ojos, a escasos centímetros de su más que
evidente erección, bebo despacio de su vaso, relamiéndome despacio para
que disfrutes… o para hacerte sufrir… mientras él disfruta, apoyado
relajado en el borde de la piscina del espectáculo del deseo ardiendo en
mis ojos.
Miro de nuevo hacia la casa buscando a
nuestros amigos y veo que se han reunido alrededor de la mesa en la
terraza que da al mar, justo al otro lado de la casa. Es ahora o nunca,
pienso. Muchas veces he imaginado como podría convertir tantas
insinuaciones en un mensaje directo y no puedo aguantar más. Al salir,
con el agua justo a la altura de mis muslos, me bajo la braguita con una
mano para que puedas ver mi coño y te digo:
- ¿Te gusta lo que ves?
…
..
.
Tu voz, nerviosa y excitada, me ha
sorprendido mientras salíamos de la piscina. Todos los demás se han ido
ya, hambrientos hacía la terraza donde está preparada la comida y cuando
nos hemos dado cuenta, estábamos extrañamente solos.
Hace bastante que nos conocemos y esa
familiaridad cotidiana permite que nos bañemos con cierta asiduidad en
la piscina de Clara y que ya te haya visto sin el sujetador en más de
una ocasión. Supongo que me habrás pillado mirándote, disfrutando de las
formas de tu precioso cuerpo descaradamente, pero también intuyo que no
te importa.
Reconozco que me has sorprendido cuando,
después de tu espectacular forma de entrar a la piscina y de hacer subir
la temperatura del agua a nuestro alrededor provocándome una erección
más que evidente, he escuchado la pregunta y al girarme te he visto
mirándome desafiante, con los pezones duros, excitados y una mano
apartando ese minúsculo triángulo de tela, dejándome ver tu sexo justo
al borde del agua, de forma tan explicita…
Al girarme ya sin tapujos me he quedado de
pie a tu lado, muy cerca, dándome el lujo de observarte a placer durante
unos eternos segundos… La luz, el contraste de color. Las diferentes
texturas. Seco y mojado; frío y caliente; tu piel más suave y sensible
enfrentada a la caricia del agua… Me gusta verte así, decidida,
desafiante… por todo lo que enseñas y por todo lo que, si quieres, te
obliga a mirar más allá de lo evidente… Demasiadas veces te he visto ya,
sometida a las miradas de desprecio de tu marido.
Pero también, por supuesto, me encanta
admirar la belleza brutal de tu cuerpo desnudo, sin adornos, sin
tapujos… y ese instinto primitivo me hace fijarme en esa sutil, delicada
y casi invisible línea, que partiendo de tu cadera lleva directamente
el deseo de mi mirada hacia tu sexo. Y mi mano, respondiendo
automáticamente a la llamada del deseo salvaje, ha rozado la superficie
del agua, suavemente hasta alcanzar tu vello. Sigo mirándote fijamente a
los ojos, disfrutando de ese brillo animal que anida en ellos, cuando
un dedo se aventura, separando tus labios mojados por estar en contacto
con el agua, entrando suavemente, hasta el fondo, en tu calor más
húmedo…
Tú solo puedes contener la respiración, mientras tus pezones responden a la llamada del puro deseo…
Siento un calor denso, casi sólido, en mi
dedo, una humedad provocada por la combinación de tu deseo, de mi
presencia a escasos centímetros y a esta intensa forma de devorarnos con
la mirada. Te noto muy caliente al entrar sin prisas en
tu coño que palpita, despreciando al resto del mundo que nos espera al
otro lado de la casa. Esta excitante situación satisface parte de tu
deseo, de tus ganas de jugar y a mi me excita… Eso es más que evidente y
sonríes al comprobarlo.
Parece que ha pasado una eternidad cuando
suavemente saco el dedo de tu sexo y muy lentamente lo chupo delante de
tu cara, saboreándote con deleite. Sacando obscenamente la lengua para
disfrutar hasta la última gota de tu sabor a escasos centímetros de tu
boca. Y cuando ya te he disfrutado y tu solo puedes cerrar los ojos para
no abalanzarte sobre mi, escuchas mi voz:
- ¿Esta claro? Sabes perfectamente que si. Me
gusta mucho… y mañana empiezas tus vacaciones, ¿no?… seguro que
podremos encontrar un hueco para demostrártelo.
Te digo bajito al pasar a tu lado, mientras desde la terraza empiezan a llamarnos nuestros hambrientos amigos.
Esa amplia sonrisa, instalada en tu rostro el
resto de la noche me dice que estas vacaciones van a ser muy
interesantes y sin necesidad de viajar…
***************
Realmente ha sido un verano excitante por muchos motivos y parte de culpa la tiene mi querida the virgin-prostitute
Sin ella este relato no hubiera existido. Gracias.
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