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miércoles, 3 de junio de 2015

La piscina.

 

La Piscina.


Este verano hace un tiempo horrible. Ya estamos en Agosto y apenas hemos podido disfrutar de un par de fines de semana de buen clima; pero hoy parece que ha amanecido distinto. Esta mañana ha salido el sol, no asoma ni una sola nube en el horizonte y Clara ha mandado un mensaje para que lo celebremos todos juntos en su piscina: una pequeña fiesta privada improvisada. Estoy contenta, tengo muchas ganas de divertirme entre amigos. Este sábado no me puede fallar…

La verdad, es que necesito un buen plan para recuperar los ánimos ya que últimamente las cosas con mi marido no están funcionado y me siento muy desanimada. Nada me apetece más que una fiesta entre amigos de confianza, tomar el sol en la piscina, música, comida… y sobre todo, los mojitos que prepara Andrés el marido de Esther que son capaces de reanimar a un muerto.
Andrés siempre me hace reír y tengo la sensación de que a veces me lanza miradas de esas que te atraviesan y te hacen sentir que estás viva. Hace semanas que no hago el amor con mi marido y la verdad es que no lo hecho de menos pero… al recordar a Andrés y sus mojitos he sentido un escalofrío justo en el coño.

Al llegar pasamos directamente al jardín y veo que somos los últimos. El marido de Clara está en la cocina en plena faena, cocinando, y para allá se va mi marido, en busca de la primera cerveza. Esther y Clara están tumbadas en la hamaca tomando el sol y charlando animadas con una cerveza en la mano y solo una pequeña braguita cubriendo sus cuerpos bronceados. Andrés es el único que está en el agua, relajado, sentado en los escalones de la piscina, bebiendo un mojito.

Saludo a todos con la mano y me acerco al borde para hacerle una mueca a Andrés e intentar convencerlo de que salga de la piscina para hacerme uno a mí.
-¿Cielo, por que no entras y compartimos el mío? Hace demasiado calor como para salir ahora – me contesta sonriendo, mientras me ofrece su vaso helado, tentador… sin quitarse sus gafas de sol.
- Mmmm…la verdad es que hace mucho calor y me esta dando mucha envidia verte ahí. ¡Vale! – le contesto.

Mi marido está mano a mano con el de Clara, lejos en la cocina, así que me relajo y al borde de la piscina, empujo los tirantes y dejo caer mi vestido de verano quedándome semidesnuda, tan sólo un pequeño tanga brasileño de color rosa fucsia cubre mi piel, justo delante de Andrés. Ahora si que conseguido llamar su atención y que se baje las gafas de sol. Dejo que sus ojos me contemplen a gusto desde su posición en la piscina, disfrutando del deseo que brilla en sus ojos mientras me arreglo el pelo, moviéndome muy despacio, dejando que mis pechos cuelguen tentadores a su alcance cuando me agacho para quitarme las sandalias. Casi puedo sentir como acaricia mi piel con su mirada, pero antes de que la provocación sea demasiado evidente para los demás, me meto de un salto en la piscina, pasando por encima de su cabeza.

Desde qué le he visto me siento excitada porque he notado cómo su mirada se clava en la mía de forma descarada. Tiene una sonrisa tentadora y lo sabe, cuando le miro a los labios siento que empiezo a salivar y tengo unas ganas horribles de besarle. Debo contenerme para no saltarle al cuello y empezar a devorarlo. Creo que tanto tiempo sin sexo me hace estar más ansiosa de lo normal. Noto que me estoy mordiéndome la boca y no sé ya como evitar que me lea el pensamiento. Además el frío del agua ha provocado que se me ericen los pezones y veo que se ha dado cuenta porque, al salir a la superficie justo delante de él, para beber de su mojito, no deja de repasar descaradamente cada milímetro de mi piel.
Deseo rozarlo aunque sea levemente, pienso mientras mirándole a los ojos, a escasos centímetros de su más que evidente erección, bebo despacio de su vaso, relamiéndome despacio para que disfrutes… o para hacerte sufrir… mientras él disfruta, apoyado relajado en el borde de la piscina del espectáculo del deseo ardiendo en mis ojos.

Miro de nuevo hacia la casa buscando a nuestros amigos y veo que se han reunido alrededor de la mesa en la terraza que da al mar, justo al otro lado de la casa. Es ahora o nunca, pienso. Muchas veces he imaginado como podría convertir tantas insinuaciones en un mensaje directo y no puedo aguantar más. Al salir, con el agua justo a la altura de mis muslos, me bajo la braguita con una mano para que puedas ver mi coño y te digo:
- ¿Te gusta lo que ves?

..
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Tu voz, nerviosa y excitada, me ha sorprendido mientras salíamos de la piscina. Todos los demás se han ido ya, hambrientos hacía la terraza donde está preparada la comida y cuando nos hemos dado cuenta, estábamos extrañamente solos.

Hace bastante que nos conocemos y esa familiaridad cotidiana permite que nos bañemos con cierta asiduidad en la piscina de Clara y que ya te haya visto sin el sujetador en más de una ocasión. Supongo que me habrás pillado mirándote, disfrutando de las formas de tu precioso cuerpo descaradamente, pero también intuyo que no te importa.

Reconozco que me has sorprendido cuando, después de tu espectacular forma de entrar a la piscina y de hacer subir la temperatura del agua a nuestro alrededor provocándome una erección más que evidente, he escuchado la pregunta y al girarme te he visto mirándome desafiante, con los pezones duros, excitados y una mano apartando ese minúsculo triángulo de tela, dejándome ver tu sexo justo al borde del agua, de forma tan explicita…

Al girarme ya sin tapujos me he quedado de pie a tu lado, muy cerca, dándome el lujo de observarte a placer durante unos eternos segundos… La luz, el contraste de color. Las diferentes texturas. Seco y mojado; frío y caliente; tu piel más suave y sensible enfrentada a la caricia del agua… Me gusta verte así, decidida, desafiante… por todo lo que enseñas y por todo lo que, si quieres, te obliga a mirar más allá de lo evidente… Demasiadas veces te he visto ya, sometida a las miradas de desprecio de tu marido.
Pero también, por supuesto, me encanta admirar la belleza brutal de tu cuerpo desnudo, sin adornos, sin tapujos… y ese instinto primitivo me hace fijarme en esa sutil, delicada y casi invisible línea, que partiendo de tu cadera lleva directamente el deseo de mi mirada hacia tu sexo. Y mi mano, respondiendo automáticamente a la llamada del deseo salvaje, ha rozado la superficie del agua, suavemente hasta alcanzar tu vello. Sigo mirándote fijamente a los ojos, disfrutando de ese brillo animal que anida en ellos, cuando un dedo se aventura, separando tus labios mojados por estar en contacto con el agua, entrando suavemente, hasta el fondo, en tu calor más húmedo…

Tú solo puedes contener la respiración, mientras tus pezones responden a la llamada del puro deseo…
Siento un calor denso, casi sólido, en mi dedo, una humedad provocada por la combinación de tu deseo, de mi presencia a escasos centímetros y a esta intensa forma de devorarnos con la mirada. Te noto muy caliente al entrar sin prisas en tu coño que palpita, despreciando al resto del mundo que nos espera al otro lado de la casa. Esta excitante situación satisface parte de tu deseo, de tus ganas de jugar y a mi me excita… Eso es más que evidente y sonríes al comprobarlo.

Parece que ha pasado una eternidad cuando suavemente saco el dedo de tu sexo y muy lentamente lo chupo delante de tu cara, saboreándote con deleite. Sacando obscenamente la lengua para disfrutar hasta la última gota de tu sabor a escasos centímetros de tu boca. Y cuando ya te he disfrutado y tu solo puedes cerrar los ojos para no abalanzarte sobre mi, escuchas mi voz:
- ¿Esta claro? Sabes perfectamente que si. Me gusta mucho… y mañana empiezas tus vacaciones, ¿no?… seguro que podremos encontrar un hueco para demostrártelo.

Te digo bajito al pasar a tu lado, mientras desde la terraza empiezan a llamarnos nuestros hambrientos amigos.
Esa amplia sonrisa, instalada en tu rostro el resto de la noche me dice que estas vacaciones van a ser muy interesantes y sin necesidad de viajar…
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Realmente ha sido un verano excitante por muchos motivos y parte de culpa la tiene mi querida the virgin-prostitute
Sin ella este relato no hubiera existido. Gracias.

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